En primer lugar, un plazo de permanencia a largo plazo es el que va dirigido a un período superior a los dos años. Y que requiere de unas características muy especiales en su inversión. Se trata de una operación en renta variable por la que se inclinan los inversores más defensivos. Tratan de buscar un rendimiento a sus ahorros por encima del ofrecido por la renta fija, pero sin tratar de obtener amplias plusvalías. En muchos casos son operaciones casi permanentes, en las que sus titulares buscan formar una bolsa de ahorro de cara al futuro. No les preocupa la volatilidad que puedan presentar al corto plazo, sino que sus miras van más allá. Y en cualquier caso, las operaciones a largo plazo se caracterizan por tres señas de identidad inconfundibles, que te conviene recordar.
Largo plazo: basado en valores estables
Para desarrollar las operaciones a largo plazo se eligen una serie de valores muy bien definidos: estables, aportan seguridad y corresponden con líneas de negocio consolidadas. En este sentido, los sectores bancario y eléctrico son los preferidos por quienes optan por esta estrategia de inversión tan conservadora. Incluso con un pago de dividendo todos los años, que oscila con una rentabilidad media entre el 3% y 8%. Y que irán recibiendo regularmente en su cuenta corriente, e independientemente de cómo coticen tus acciones.
No tratan de especular en las operaciones
Estos movimientos no están contemplados por los pequeños inversor, que se inclinan más por buscar algo de seguridad a sus ahorros, aunque para ello tengan que estar mucho tiempo con las posiciones abiertas en la renta variable. Realizan muy pocas operaciones, y en cualquier caso bajo importes superiores a los de otros inversores con plazos menos exigentes. Incluso se dan situaciones en que las acciones son hereditarias, es decir, que pasan a las siguientes generaciones. No en vano, estos inversores no son muy proclives a cerrar las operaciones, ni aunque pase mucho tiempo.
Desaprovechan las oportunidades
Una particularidad que presentan estos inversores que suelen perder las ocasiones más beneficiosas para ellos, al no vender sus posiciones. Las mantienen en su cartera de inversión pase lo que pase, incluso ante graves situaciones en la economía internacional. Da la impresión que la cosa no va con ellos, y hasta que les da lo mismo que suban o bajen sus acciones en los mercados financieros.